El país de los idiotas
“Vamos a proteger a nuestros niños y niñas y no someterles a ningún tercer grado", así justificaba la consejera de Educación de la Junta de Andalucía su decisión de no realizar, con los alumnos de sexto de bachillerato las pruebas externas -la denominada reválida- para evaluar su nivel de conocimiento y, con él, la calidad del sistema educativo.
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Secundan esta decisión, que incumple lo establecido en la Lomce, el resto de CCAA gobernadas por el PSOE, que realizarán una evaluación interna, a cargo de los profesores que deberían ser evaluados a su vez a través del conocimiento que demuestren sus alumnos.
Una vez más la clase política actúa por encima de la ley y al margen de la legalidad, algo que no se nos permite al resto de los ciudadanos. Para demasiados políticos el respeto a las normas y el cumplimiento de la ley es algo discrecional y arbitrario. Con qué derecho estos responsables de la política educativa suprimen el derecho de muchos alumnos a ser evaluados, a demostrar su capacidades y conocimientos.
Su intención, torticera, no es otra que ganarse el favor y los votos de los partidarios de la ley del mínimo esfuerzo y muy pronto oiremos promesas de aprobados universales: todo el mundo con un título y si necesidad de estudiar para conseguirlo. El objetivo es crear un país de idiotas donde su mediocridad sea algo sobresaliente.
Secundan esta decisión, que incumple lo establecido en la Lomce, el resto de CCAA gobernadas por el PSOE, que realizarán una evaluación interna, a cargo de los profesores que deberían ser evaluados a su vez a través del conocimiento que demuestren sus alumnos.
Una vez más la clase política actúa por encima de la ley y al margen de la legalidad, algo que no se nos permite al resto de los ciudadanos. Para demasiados políticos el respeto a las normas y el cumplimiento de la ley es algo discrecional y arbitrario. Con qué derecho estos responsables de la política educativa suprimen el derecho de muchos alumnos a ser evaluados, a demostrar su capacidades y conocimientos.
Su intención, torticera, no es otra que ganarse el favor y los votos de los partidarios de la ley del mínimo esfuerzo y muy pronto oiremos promesas de aprobados universales: todo el mundo con un título y si necesidad de estudiar para conseguirlo. El objetivo es crear un país de idiotas donde su mediocridad sea algo sobresaliente.
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