Nueva vieja política
En apenas unos meses, la nueva política ha confirmado que es peor que la denostada vieja política.
Una política “basura” que bebe en los realities televisivos y que, a menudo, nos lleva a lo peor de nuestro pasado: sectarismo, cainismo, intolerancia, etc.
El paripé, el vodevil, la sobrexposición mediática, el ridículo generalizado han contribuido ha reducir aún más el prestigio, si es que le queda, de la clase política. Otro tanto ocurre con el reparto. Rajoy padece un autismo inducido que lleva al desapego de sus partidarios. Sánchez travestido en las ideas y maneras de sus partidos fronterizos. Rivera promoviendo un buenismo oenegista que carece de gancho e Iglesias jugando a Maquiavelo.
En este escenario sorprende de un lado la incapacidad para comunicarse del PP, el partido está noqueado y sus torpes portavoces estarían mejor callados. En el otro, la laxitud social mostrada con Iglesias: un potencial presidente de gobierno que afirma que los medios de comunicación deben estar sometidos al control del estado, algo inaceptable e inimaginable en la Europa que conocemos. Todo parece indicar que el problema no está en ellos, lo políticos, sino en nosotros, los ciudadanos.
Una política “basura” que bebe en los realities televisivos y que, a menudo, nos lleva a lo peor de nuestro pasado: sectarismo, cainismo, intolerancia, etc.
El paripé, el vodevil, la sobrexposición mediática, el ridículo generalizado han contribuido ha reducir aún más el prestigio, si es que le queda, de la clase política. Otro tanto ocurre con el reparto. Rajoy padece un autismo inducido que lleva al desapego de sus partidarios. Sánchez travestido en las ideas y maneras de sus partidos fronterizos. Rivera promoviendo un buenismo oenegista que carece de gancho e Iglesias jugando a Maquiavelo.
En este escenario sorprende de un lado la incapacidad para comunicarse del PP, el partido está noqueado y sus torpes portavoces estarían mejor callados. En el otro, la laxitud social mostrada con Iglesias: un potencial presidente de gobierno que afirma que los medios de comunicación deben estar sometidos al control del estado, algo inaceptable e inimaginable en la Europa que conocemos. Todo parece indicar que el problema no está en ellos, lo políticos, sino en nosotros, los ciudadanos.
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